I
Uno no se va al cerrar una puerta
ni al subirse a un avión
o a un tren
ni al enterrar el amor en el jardín
ni al deshojar la última flor
ni en el último beso
o en el olvido de la última memoria.
Irse es arrancar las estrellas del cielo
y empacar las constelaciones,
irse es sembrar soledad con los pasos
y derrumbar la puerta por donde se sale.
II
No te quedes
por miedo al derrumbe.
La mecha está encendida
y se consume
y nos consume
con su fuego.
Vete.
No pediré que te quedes.
No usare como cadena
todas las tardes que pasamos juntos
ni te odiare
ni cavare el agujero más profundo
para enterrar las sombras que dejaste a tu paso.
No iré tras de ti.
No correré en círculos
siguiendo las huellas de fantasmas
ni lloraré.
Quizá haya una gota de lluvia
o
una palabra liquida
pero nunca llanto.
No temblaré
ni de frio
ni de miedo
y no diré soledad
nunca
solo por que no estés.
No caeré a un abismo
solo porque tus manos no sujeten mi cuerda.
Todo se acaba.
los labios son deshojados por el tiempo
y las aves migrarán al norte
y las velas se apagaran mudamente
como se apaga el odio más intenso
o el amor dulce y cálido
como este.
Todo se acaba.
III
No fuiste nunca
estrella
ni sol
ni nada,
solo eras el presente
ardiendo
hasta volverse ceniza.
Ni chispa
ni incendio
ni nada ígneo.
No te odio.
No habrá llamadas llenas de rencor
ni riñas
ni piedras volando
ni reclamos
o reencuentro
o respuestas
rastros
derrumbes
ni gota de dolor alguna.
No me debes nada.
No hay cerrojo en la puerta
ni soga que nos ate
ni promesa que no muera
ni olvido que no llegue
ni perdón
ni ofensa
ni desprecio
ni lucha eterna contra el olvido
ni aires de eternidad
ni miedos
ni fosas
ni sed de ti que no se quite con otra agua
ni playa sin sal
ni sol que no de sombra
ni árbol que no se derrumbe.
El cielo no se volverá oscuro
ni mi nombre perderá alguna letra
ni se me caerá un diente por no morder tu cuello
ni nada caerá muerto
como golpeado por un relámpago
en tu partida.
Nada morirá.
Nadie.
Puedes irte.
Puedes irte.
Puedes irte.
Vete.